Tornamos a nuestro recorrido habitual allí donde lo dejamos, en el muro sur. Obviaremos, no obstante, la capilla de San Pedro -de ella, situada en el vestíbulo del mihrab, no queda más que la cripta y la lápida de doña Leonor Bocanegra- y la llamada de la Institución del Santísimo Sacramento o de la Cena, de cuyo retablo, ahora desplazado, nos ocupamos anteriormente. Por ello, visitaremos directamente la capilla de Santa Teresa, conocida también como del Cardenal.
En la primera mitad del solar de esta capilla –anchura y profundidad del vestíbulo de la qibla- se asentaban, desde comienzos del segundo tercio del siglo XIV, las capillas de San Martín y de San Andrés. […] por extinción del patronato de la capilla de San Martín y en virtud de los derechos que ostentaba sobre la de San Andrés, sus solares fueron dados por la Fábrica de la Catedral al cardenal Salazar para la construcción de su capilla de Santa Teresa y de su panteón, que, a la vez, tendría uso y nombre de Sacristía Mayor de la Catedral por aprovecharse también del espacio que desde la Dedicación de la Catedral servía de sacristía de la misma, conservando así parecidos usos a los que tuvo este lugar durante el periodo musulmán.
Puede resultar sorprendente la presencia de un cardenal de la Santa Romana Iglesia como obispo de Córdoba. No es el único caso, pero sí el que durante más tiempo compaginó su ministerio episcopal con la púrpura cardenalicia. Ciertamente, D. Pedro de Salazar y Toledo (1630-1706) había tenido una brillante carrera eclesiástica, como obispo de Salamanca y general de la orden de la Merced, antes de llegar a Córdoba en 1686.
En 1697 encargó a Francisco Hurtado Izquierdo (1669-1725), maestro mayor de las obras de la Catedral desde 17 de marzo de ese año, el proyecto de su capilla […] que tiene forma ochavada y consiste en una hermosa cripta, en la que el arquitecto hizo alarde de su gran pericia constructiva, y en la sacristía propiamente dicha, unidas entre sí por una escalera de tres tramos en mármol rojo de Cabra, situada tras la antigua capilla de la Cena.
La ejecución de las yeserías de la cúpula estuvo a cargo de Teodosio Sánchez de Rueda a partir de 1702. En 1705, Teodosio Sánchez talló el primer retablo de Santa Teresa frente a la entrada, sustituido posteriormente por el actual, de estilo neoclásico y estucado finísimo, y le fueron encargados los dos retablos-relicarios de la cripta. En los años 1709-1710 fue uno de los escultores que, junto con Domingo Lemico y Juan Prieto, intervino en la ejecución del sepulcro de mármoles del ya difunto purpurado, obra proyectada por Hurtado en imitación de los sepulcros papales de Bernini en la basílica de San Pedro de Roma, pero queda por debajo de los modelos.
El cardenal Salazar es también conocido por la fundación de un gran hospital –hoy facultad de Filosofía y Letras-, importante institución benéfica de la que Córdoba carecía anteriormente. Por ello, la frase Pauperum Parens –padre de los pobres-, que podemos leer en su epitafio, no es una simple alabanza retórica.
Con respecto a las pinturas, M. Nieto [La Catedral de Córdoba, p. 370-373] expone que en 1712, Teodosio Sánchez contrató la hechura de dos exuberantes marcos de talla para los lienzos de la Purísima Concepción y de la Asunción que se colocaron encima de las puertas que conducen al tesoro y a la cripta. Los óleos son obra de nuestro ya conocido violinista y pintor italiano Juan Pompeyo, y representan ambos misterios marianos con la iconografía tradicional.
Se ha pretendido representar, en ellos, tres episodios fundamentales para la historia del cristianismo en Córdoba: en primer lugar, el martirio de los Santos Patronos de la Diócesis; después, el origen de la devoción más arraigada; y, por último, la recuperación de la ciudad para la fe católica. Con respecto a este último acontecimiento, es curioso el anacronismo de que, al fondo de la escena, aparece ya el crucero de la Catedral, que, como sabemos, no se erigió hasta el siglo XVI. Además, el rompimiento de gloria representa a la Virgen Santísima con el Niño, acompañados de San Pedro y San Pablo –fue el 29 de junio la toma de la ciudad-, además de San Francisco de Asís y Santo Domingo. Si recuerdan, los dos grandes conventos fundados por el Rey Santo, después de la reconquista, fueron el de San Pedro el Real, de franciscanos, y el de San Pablo, de dominicos.
Se trata de un espléndido conjunto escultórico de imágenes que reflejan en sus rostros y ademanes una intensa vida interior. De entre ellas, destaca por su calidad la titular de la capilla.
La capilla sirve también de marco en el que se expone, sobre un gran capitel de plata, la célebre custodia procesional del Corpus Christi, labrada por Enrique de Arfe entre 1514 y 1518.
La visita a esta capilla nos induce a acercarnos a la figura y a la obra de la gran Doctora de la Iglesia, cuyo jubileo celebramos este año, en el que se cumple el quinto centenario de su nacimiento. Aprovechemos para leer o releer alguna de sus obras, y, sobre todo, visitemos cualquiera de los templos jubilares establecidos en la Diócesis para beneficiarnos, con las condiciones acostumbradas, de las indulgencias que el Santo Padre ha concedido para la ocasión. No hay que olvidar que las indulgencias -y con ello hacemos una obra de caridad-, pueden aplicarse también a nuestros difuntos.
Texto: Jesús Daniel Alonso
Citas: Manuel Nieto (La Catedral de Córdoba)